
Cuando encajas con alguien te sientes bien, es como que te pones de acuerdo en cosas que nunca te has puesto de acuerdo con nadie más. Es también como si realmente necesitas de esa persona. No para respirar o para vivir, sino para hacer tu vida y la de la otra persona, mucho más fácil, más sencilla y más bonita.
Cuando encajas, dejas de poner excusas, dejas de huir, dejas de desconfiar. Pero solo con los que encajas. Sientes que es la pieza que te faltaba para completar ese puzzle que no tenía ni pies ni cabeza. Tienes esa tranquilidad que te da la confianza no solo en uno mismo, sino en tu par también.
Comienzas a disfrutar de las cosas simples de la vida sin darte cuenta, a valorar los pequeños gestos y momentos ya sea estando presente o en la distancia; porque el hecho de encajar no supone solo llevarse bien, sino también muchos factores que revelan la necesidad de tenerse cerca el uno con el otro.
Cuando un minuto de ausencia es un siglo, y un siglo se convierte en un milenio, eso también es encajar.
Si encuentras a esa persona que sabes que encaja contigo, cuídala, valora su tiempo, respétala, quiérela. Porque en el puzzle de la vida siempre hay una sola pieza que será la más difícil de encontrar... Y es la que realmente encaja.
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